La música avanza como un perro asustado, asoma y esconde el hocico a intervalos, rumbo al silencio. Aún no ha oscurecido del todo. Voy a improvisar una carta en voz alta y cuando la termine desaparecerá, será imposible que jamás la redacte y te la mande porque este instante habrá muerto. Conduzco a ciento veinte kilómetros por hora entre enormes extensiones de nada en absoluto. Esta penumbra podría esconder un desierto, pero también puede que viaje entre campos sembrados de un trigo invisible.
Hace frío, pero siento que arde mi cabeza mientras se mueve en un zigzag azaroso, entre la memoria y el camino. La mayor parte de las imágenes que nunca olvidaré habitan en los libros, pero no me puedes negar que también me pertenecen. Como las lágrimas de Natasha, o las lágrimas de Eugene. Como tus lágrimas, que son tan reales como las de los libros.
Todo se confunde. Una tarde de 1993 aprendí un poema que he olvidado. Los faros de este coche han decidido clavarse en el futuro más inmediato, pero yo me detuve en la tarde anterior a esta tarde, dispuesto a despedirte con mi sonrisa de asesino ilustrado y tímido. ¿ Sabes que lo peor que puede hacerte una novela es tomarte por estúpido? En esos casos es mejor no discutir, pero tampoco lanzarla al fuego. Simplemente déjala observando en un rincón poco vistoso de la librería, y cuando se presente la ocasión, regálasela a alguien a quien no quieras, en quien ni siquiera confíes. Eso es. Abandónala a su suerte. Te aseguro que tú también sabrás hacerlo.
La memoria podría ser un espejo, pero es el filo de una navaja. Demasiado estrecha para devolver nuestra imagen, apenas un hilo de luz para rehacer el instante. En ocasiones su punta afilada nos alcanza el costado, y en vez de sangrar nos quedamos perplejos, buscamos a un lado y a otro, y no encontramos nada. Pasan unos segundos, tragamos saliva. Reanudamos el camino.
Cuando llegue el dolor estarás muy lejos. Ya ha caído la noche como un terrón de azúcar negro en el café, la oscuridad diluyéndose en sí misma, disolviéndose a cada segundo, y en el centro un coche, una música asustada, un tipo conduciendo contra el olvido, una carta como una plegaria secreta que se perderá aquí, que desaparecerá sin rastro en el infinito cajón de las cosas que no suceden.
Pero no te preocupes. Pronto todo perderá importancia. Dicen que la vida no es más que un breve ejercicio de estilo literario.
Publicado en la revista "La Bolsa de Pipas", nº62 (julio-septiembre 2006)
Hace frío, pero siento que arde mi cabeza mientras se mueve en un zigzag azaroso, entre la memoria y el camino. La mayor parte de las imágenes que nunca olvidaré habitan en los libros, pero no me puedes negar que también me pertenecen. Como las lágrimas de Natasha, o las lágrimas de Eugene. Como tus lágrimas, que son tan reales como las de los libros.
Todo se confunde. Una tarde de 1993 aprendí un poema que he olvidado. Los faros de este coche han decidido clavarse en el futuro más inmediato, pero yo me detuve en la tarde anterior a esta tarde, dispuesto a despedirte con mi sonrisa de asesino ilustrado y tímido. ¿ Sabes que lo peor que puede hacerte una novela es tomarte por estúpido? En esos casos es mejor no discutir, pero tampoco lanzarla al fuego. Simplemente déjala observando en un rincón poco vistoso de la librería, y cuando se presente la ocasión, regálasela a alguien a quien no quieras, en quien ni siquiera confíes. Eso es. Abandónala a su suerte. Te aseguro que tú también sabrás hacerlo.
La memoria podría ser un espejo, pero es el filo de una navaja. Demasiado estrecha para devolver nuestra imagen, apenas un hilo de luz para rehacer el instante. En ocasiones su punta afilada nos alcanza el costado, y en vez de sangrar nos quedamos perplejos, buscamos a un lado y a otro, y no encontramos nada. Pasan unos segundos, tragamos saliva. Reanudamos el camino.
Cuando llegue el dolor estarás muy lejos. Ya ha caído la noche como un terrón de azúcar negro en el café, la oscuridad diluyéndose en sí misma, disolviéndose a cada segundo, y en el centro un coche, una música asustada, un tipo conduciendo contra el olvido, una carta como una plegaria secreta que se perderá aquí, que desaparecerá sin rastro en el infinito cajón de las cosas que no suceden.
Pero no te preocupes. Pronto todo perderá importancia. Dicen que la vida no es más que un breve ejercicio de estilo literario.
Publicado en la revista "La Bolsa de Pipas", nº62 (julio-septiembre 2006)
Dios! Me encantaría poder compartir todo lo que me has hecho sentir, pero me has dejado sin palabras.
ResponderEliminarMuchas gracias, anónimo/a: me lees con buenos ojos.
ResponderEliminarEs maravilloso como puedes a través de unas pocas palabras transportarnos a determinados momentos de nuestra vida, hacernos recordar determinadas sensaciones...
ResponderEliminarYo creo que la vida es bastante m´´as que un ejercicio literario, pero con tal de que el ejercicio resultara tan bello como el que tu has hecho en esta entrada tal vez sería suficiente. ¿Puedo enlazar mi blog con este tuyo? Me gusta leer cuando lo que leo es bueno.
ResponderEliminarEspero respuesta.
Chity Taboada Pardo
Bienvenida, Chity.
ResponderEliminarYo también pienso que la vida es mucho más que eso, afortunadamente. Gracias por tu atención y por tus palabras. Encantado de que enlaces el blog. Nos leemos.
Y gracias tambien al anónimo número dos.
Un abrazo a todos.