La globalización, el impacto del turismo en las ciudades
y sus habitantes, el consumismo. Pero también la clase media, el elitismo, la
estética o el poder. Son tantos los temas sobre los que reflexiona Josep Maria
Nadal Suau en Temporada Alta (Ed. Sloper), y el enfoque del libro es tan
particular, que no es de extrañar que todas las reseñas incidan, en mayor o
menor medida, en el carácter híbrido del texto, en su originalidad, en cómo en
ocasiones emplea los códigos del ensayo, de la autobiografía, de la novela o de
la obra histórica.
Pero, ¿y su prosa? Es verdad, a estas alturas no debe
sorprendernos la prosa de Nadal, hemos leído su trabajo crítico y sabemos hasta
qué punto la calidad, el ritmo, la precisión e incluso el juego intertextual
son una constante en su escritura. Pero en este texto más largo, por primera
vez, podemos comprobar hasta qué punto cada frase, cada idea, conforman una
prosa magnífica, y cómo a su vez esa prosa se funde con la estructura, para que
el libro vaya de un tema a otro y, en cada uno de ellos, cobren importancia al
final los temas más íntimos que esconde el libro: los afectos, las traiciones,
el amor… Las ciudades y la vida: nosotros.
Porque el texto sirve, sobre todo, para interpelarnos:
nos coloca delante de un espejo con esos temas de fondo para que nos
preguntemos qué parte de culpa, o qué podemos hacer, o incluso si vale la pena
intentar poner remedio a lo irremediable, a la maquinaria que todo lo puede.
Un libro político, sin duda. Y un libro no siempre cómodo
o amable. Pero también un libro que consigue aunar la belleza de la mejor
literatura con una lucidez a la altura de un pensamiento profundo y coherente.
Si nos atrevemos a ponernos delante del espejo que nos coloca Nadal Suau,
disfrutaremos del vuelo de sus metáforas, de la calidez de su lenguaje, de la
obra de un ciudadano que nos devuelve la fe. Con tipos como Nadal paseando y
pensando Palma, no todo está perdido.
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